Hoy, el correo postal es casi una rareza. La llegada de internet ha provocado que la correspondencia física sea sustituida por la electrónica, que usamos tanto para el trabajo como para saber de nuestros seres queridos. Pero los sellos postales siguen siendo objeto de coleccionismo. Cada empresa de servicio postal (Correos, en el caso de España) conmemora fechas señaladas en forma de sellos que pone a la venta para quienes quieran conservarlos. La historia del nacimiento del sello es curiosa. ¿Por qué surgieron estos papelitos, a menudo cuadrados o rectangulares, que pegamos en cartas y tarjetas?
El origen de los sellos postales
El primer sello postal de la historia nació en el Reino Unido. Rowland Hill, profesor y político, impulsó en 1837 que los gastos derivados del envío de una carta corrieran a cargo de quien la envía y no de quien la recibe, y que se pagara en función de su peso y no del kilometraje. De su informe nacieron los sellos postales, que se pusieron en circulación en 1840.
El primer sello (los coleccionistas lo sabrán de sobra) fue el llamado Penny Black. Costaba un penique y tiene a la reina Victoria de Inglaterra sobre un fondo negro (de ahí el nombre).
Los primeros sellos en España se emitieron el 1 de enero de 1850, diez años después que los británicos. Se trataba de una serie de cinco estampas de diferentes colores y valores, con la efigie de la reina Isabel II.
Una leyenda curiosa sobre los sellos postales
Aunque al parecer fue desmentida por el propio Rowland Hill en sus memorias, refleja bien en qué contexto decidió aprobarse la emisión de sellos postales. Cuenta la leyenda que Hill descansaba en una posada cuando el cartero fue a entregarle una carta a la posadera. Esta la rechazó diciendo ser tan pobre que no tenía dinero para pagar el importe de la misma (recordemos que antes de los sellos la carta se pagaba en destino). Rowland Hill decidió pagar el importe, pues le parecía injusto que por media corona aquella mujer no tuviera noticias de los suyos.
Cuando el cartero se hubo marchado, la mujer le explicó a Hill que sí podía pagar el importe, pero que aquella carta no contenía nada: era la manera que había encontrado su familia, que vivía muy separada de ella, de saber que todos estaban bien. Cada miembro de la misma escribía con su letra una línea de la dirección en el sobre, de manera que, al reconocer la escritura de todos, descubría de un vistazo que no había noticias que lamentar. Y todo eso, sin gastar dinero.
La anécdota, que como decimos no es cierta, sirvió para explicar por qué Hill se animó a convencer al Parlamento de que se crearan los sellos postales.
La filatelia, una afición que continúa viva
Aunque escribir cartas físicas esté desapareciendo, los sellos postales continúan vigentes por muchos motivos. Aún se realizan millones de envíos postales a lo largo del mundo que necesitan franqueo. Pero al margen del sentido práctico, la filatelia sigue siendo un hobby que apasiona a muchísima gente en todo el mundo. Los sellos, como dijimos antes, conmemoran hechos históricos y los reflejan en sus imágenes. Coleccionar sellos es una manera de tener presentes muchos momentos simbólicos.
Pero además, existen planchas de sellos que contienen errores y se convierten en objetos cotizadísimos, que alcanzan valores de varios millones de euros en subasta. En 2021, un sello de la Guayana británica se vendió por cerca de 10 millones de euros.