Hace tres años que la OMS reconoció el síndrome del trabajador quemado (o síndrome burnout) como enfermedad. Fue una medida adoptada para dar visibilidad a un problema que afecta a un 10% de la población y, en sus formas más graves, a un porcentaje estimado de entre el 2 y el 5%. Pero ¿en qué consiste exactamente este trastorno, cómo identificarlo y qué medidas tomar para evitar que nos afecte?

¿Qué es el síndrome del trabajador quemado?

Por decirlo de un modo resumido, el síndrome del trabajador quemado es una forma crónica de estrés laboral, que afecta a la salud tanto física como psíquica de las personas. Pero ahondando un poco más, este problema es consecuencia de la frustración en el puesto de trabajo, y las causas son múltiples. En 1974 se describió por primera vez como «una sensación de fracaso […] que resulta de una sobrecarga por exigencias de energía, recursos personales o fuerza espiritual del trabajador». Y esa es la raíz del problema: la persona que lo padece se siente frustrada, con un profundo sentimiento de no saber o no poder gestionar sus responsabilidades.

En un estudio publicado por el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo, este síndrome suele tener una serie de estresores o causas que potencian las posibilidades de sufrirlo. Una de ellas es trabajar de cara al público. Pero también lo son una estructura extremadamente jerarquizada de la empresa, exceso de burocracia, falta de participación de los trabajadores o percepción de desigualdad. También es importante señalar que hay personas más predispuestas a padecerlo que otras, al margen de factores externos. Es gente que tiene una baja tolerancia a la frustración, por ejemplo, o que se exige demasiado.

¿Cuáles son los síntomas?

Los síntomas físicos más frecuentes son:

  • Cansancio crónico.
  • Aumento de peso o pérdida de apetito.
  • Dolores de distinta índole (musculares, de cabeza) de raíz psicosomática.
  • Alteraciones gastrointestinales.
  • Problemas menstruales en el caso de la mujer.

En lo que atañe al plano psicológico se incluyen estos indicios:

  • Estrés y/o ansiedad.
  • Alteración del sueño (insomnio).
  • Irritabilidad.
  • Desapego y falta de compromiso en el trabajo.
  • Deterioro de la relación con clientes y/o compañeros, pero también de las relaciones personales (familia, amigos…).
  • Baja productividad laboral y desmotivación.
  • Sensación de fracaso.
  • Dificultad para concentrarse.
  • Olvidos frecuentes, problemas de memoria.
  • Depresión (en los casos más graves).

Fases en el síndrome del trabajador quemado

Como en la mayoría de las enfermedades de origen psíquico, hay varias fases en este síndrome que conviene conocer para identificarlo.

  1. Fase inicial.
  2. Estancamiento.
  3. Frustración.
  4. Apatía.
  5. Fase de quemado.

Hábitos para prevenir el síndrome del trabajador quemado

¿Se puede evitar padecerlo? No es fácil responder a esta pregunta, pero sí hay hábitos que pueden ayudar a evitarlo:

  1. Pon límites a tu horario laboral. Cuando se acaba la jornada, desconecta. Hay que evitar llamadas o mensajes de trabajo e iniciar cualquier otra actividad. Hacer deporte, ir al cine, donde no podemos coger el teléfono, o pasar tiempo de calidad con tus hijos son alternativas magníficas. Procura, también, hacer breves pausas en tu jornada para no quemarte.
  2. Practica un hobby. ¿Qué te gusta hacer fuera de tu jornada laboral? Apúntate a clases de idiomas, de pintura, de cocina… Lo que te apasione. Es un desestresante magnífico.
  3. No te guardes nada. Cualquier problema, por mínimo que sea, hay que comunicarlo a la persona responsable. Desde un malentendido con un compañero hasta cualquier problema en el día a día que pueda resolver un responsable. Hazlo al principio y de buenas maneras, no irritado o cuando el problema ya se ha cronificado.
  4. Plantéate nuevos objetivos. A veces el síndrome del trabajador quemado proviene de un estancamiento en tus responsabilidades. ¿Has pensado en algo que podría mejorar el flujo de trabajo o beneficiar a la empresa y te motiva? No dudes en plantearlo e intentar que se materialice.
  5. Sé realista. Si esa mejora no es posible, si no hay manera de llevarla a cabo, dale perspectiva: es solo trabajo. Hay más vida fuera de él.
  6. Si sientes que el estrés te atrapa por falta material de tiempo, comunícalo de manera positiva y busca con el responsable la manera de reducir tu cansancio. Decir que no o pedir un poco de aire es bueno y necesario.
  7. Teletrabaja, si eso es posible. Ahora que el teletrabajo se ha asentado, puede que trabajar un par de días en semana fuera de tu entorno te ayude a gestionar mejor tu problema.