Hablar de la Navidad es hablar de guirnaldas, de árboles cubiertos de luces y de cristales decorados con figuras de nieve decorativas. Pero, mucho más importante aún, las navidades son las fechas por excelencia para el encuentro con nuestros familiares, para darnos un cálido abrazo al encontrarnos y, sobre todo, para intercambiar regalos demostrando nuestro afecto hacia ellos, aunque lo que importa no es el regalo, sino la intención.

Aún así, no nos faltan ocasiones para irnos de compras en cualquier época del año: el amigo invisible con los compañeros de trabajo, las bodas de plata (o de oro) de nuestros padres, el regalo de aniversario a nuestra pareja, el cumpleaños de nuestros sobrinos…además, por supuesto, de los regalos de rigor al llegar la Navidad.

Aunque el proceso de comprar un regalo debe ser gratificante no solo para el regalado -sino también para el que regala-, no siempre resulta todo lo fácil que uno quisiera (especialmente si lo hemos dejado para el último momento). En cualquier caso, comprar un regalo a un ser querido plantea varias cuestiones para las que no siempre tenemos la respuesta que buscamos.

¿Te toca sorprender a un ser querido y no sabes qué regalarle? Sigue leyendo estas líneas si quieres saber qué es lo verdaderamente importante cuando llega la hora de demostrar tu aprecio con un regalo. 

ACERTAR CON LOS REGALOS: ¿MISIÓN IMPOSIBLE?

Todos disfrutamos al ver la cara de sorpresa de quien recibe uno de nuestros regalos, pero no siempre resulta todo lo fácil que quisiéramos. Y cuando no tenemos ni una ligera idea de las preferencias de la persona a la que vamos a hacer el regalo, la dificultad se hace aún mayor.

¿A qué nos enfrentamos al elegir el regalo para un ser querido? Entre los retos que esta tarea suele conllevar, solemos encontramos cuestiones de diversa consideración como las siguientes:

  • ¿Qué tipo de regalo apreciará más esa persona?
  • ¿Habrá algo que necesite por encima de cualquier otra cosa?
  • ¿Qué será mejor, optar por un regalo material o por un regalo simbólico?
  • ¿Coincidirán nuestros gustos con los suyos?
  • ¿Será de su talla y tamaño?
  • ¿Nos estaremos gastando lo suficiente? 

Obviamente, muchas de estas cuestiones tienen una fácil solución: ponernos en modo Sherlock Holmes e investigar sutilmente para obtener la información que necesitamos. Otras cuestiones, sin embargo, que no responden tanto a temas de tallas, de gustos o de preferencias, pueden llegar a resultar un tanto más… fastidiosas, si se nos permite la expresión.

Es en ese momento cuando el riesgo de experimentar un cortocircuito en toda regla empieza a ganar enteros, pudiendo llegar a bloquear nuestro buen juicio regalador: …le gustará…no le gustará…qué cara pondrá…fingirá que le ha encantado…o le parecerá poca cosa…pensará que no nos hemos preocupado lo suficiente… ¡nos lo echará en cara algún día!

Lo que a menudo olvidamos cuando se dan estas circunstancias es que, tal vez, el problema sea otro bien distinto: estamos perdiendo el foco de lo realmente importante al hacerle un regalo a un ser querido. Y es que lo importante, a fin de cuentas, no es el regalo, sino el gesto que hay detrás. Y un gesto de auténtico cariño vale más que el regalo más caro del mundo para quien sabe apreciarlo.

Está bien, el regalo también es importante (que no nos quiten la ilusión de conseguir por la vía rápida eso que llevábamos tanto tiempo deseando). Pero a medida que pase el tiempo, cuando hayamos disfrutado del regalo, cuando llegue el momento de jubilarlo, lo que quedará en el tiempo será el cariño, la molestia y la intención de la otra persona por darnos esa pequeña alegría, ¿y no es eso lo realmente importante?

PON EL FOCO EN LA INTENCIÓN… SIN OLVIDARTE DEL REGALO.

Ahora que nos hemos quitado un peso de encima, tampoco vale tomarnos una gran molestia para hacer un regalo sin sentido (¡pero si escalé siete mil metros para conseguirte un copo de nieve del Everest! ¿Es que no lo aprecias?). Como en tantos otros ámbitos de la vida, en el equilibrio está la respuesta.

De hecho, hay muchas formas de demostrar nuestro afecto a la hora de hacer un regalo:

  • La investigación:

Remover cielo y tierra para averiguar qué es lo que haría ilusión a la persona regalada es un gran componente inmaterial en cualquier regalo. Nada sorprende (y agrada más) que saber que hemos interrogado a quien ha sido necesario para asegurarnos de acertar con el regalo.

  • La originalidad:

Sorprender con algo totalmente inesperado también es un elemento de alto valor al hacer un regalo. Esto denota que no nos hemos conformado con un regalo más bien obvio (esos calcetines de Star Wars sorprendieron la primera vez, pero ya no tanto las siguientes…), sino que hemos tratado de hacer algo diferente.

  • La implicación:

En ocasiones, el mejor regalo es aquel en el que hemos tenido la ocasión de hacer algo más allá que el simple hecho de acudir a comprarlo. Al contrario, nuestro papel ha sido decisivo en la elaboración del propio regalo, nos hemos metido en el barro, como quien dice. Y el resultado ha sido un regalo único en el mundo para esa persona.

  • La dificultad:

Un cuarto aspecto que sin duda es siempre valorado muy positivamente está en la dificultad que pueda haber supuesto encontrar el regalo en cuestión. Ese libro que solamente estaba disponible en una librería en la otra punta del mundo y que finalmente conseguiste (después de no pocos trámites) quedará sin lugar a duda para el recuerdo en la otra persona.

Como ves, hay muchas formas de acertar con un regalo cuando pensamos más allá del regalo en sí mismo y nos centramos en que esa persona a la que tanto apreciamos entienda lo importante que es en nuestras vidas. 

Gastarnos más o menos dinero, elegir un color u otro, acertar con sus gustos… todo esto quedará en un segundo plano si le pones todo el cariño del mundo a la hora de hacer un regalo a un ser querido.