¿Por qué dejamos para el último momento algunas de nuestras obligaciones y hacemos otras cosas en su lugar? Aunque nadie nos tiene que explicar las múltiples ventajas de hacer las cosas con antelación, a menudo nos vemos en la espiral de llegar a la línea de meta en el último segundo. ¿Qué nos pasa a los seres humanos con la procrastinación

Dejar las cosas para el último momento es algo que afecta a un grandísimo número de personas (así lo corroboran las más de sesenta mil búsquedas al mes en Google por la palabra procrastinar). Pero ¿por qué preferimos tan a menudo hacer las cosas in extremis? ¿A qué se debe la procrastinación? Es más, ¿hay algún tipo de protocolo o tratamiento para combatirla? 

En este artículo sacamos la lupa y echamos una mirada detenida al enemigo de hacer las cosas cuando corresponde: la procrastinación.

¿QUÉ SIGNIFICA PROCRASTINAR Y POR QUÉ PROCRASTINAMOS

Hay muchos sinónimos del término procrastinar en el vocablo castellano: postergar, aplazar, retrasar, posponer, dilatar… es decir, casi cualquier palabra o expresión que implique dejar algo para el último momento y hacer otras cosas que nos apetecen más en su lugar.

Aunque no hay una sola razón para dejar nuestras obligaciones para el final -habrá quien se sienta más motivado para actuar cuando el agua le ha llegado hasta el cuello-, uno de los motivos más habituales por los que procrastinamos es el de nuestra aversión a las tareas que tenemos por delante, momento en que optamos por dejarlas para más adelante.

Por ejemplo, si tenemos que hacer una llamada telefónica de esas que sabemos que no va a ser muy agradable, no resultará extraño que vayamos posponiendo dicha actividad hasta que no quede más remedio que coger el teléfono y efectuar la llamada.

Dicho esto, las razones por las que podemos dejarnos llevar por esta impronta de postergar las cosas para otro momento pueden ser de lo más variadas. 

Por citar algunas:

Frustración 

Es decir, cuando encontramos tremendamente desalentador el hecho de acometer cierta tarea y la aplazamos de forma constante… hasta que una alarma en el calendario nos recuerda que de hoy no puede pasar.

Aburrimiento 

La tarea en cuestión puede no resultarnos especialmente frustrante, pero sabemos que no va a ser precisamente un alarde de entretenimiento y diversión, ¡menudo rollazo!

Dificultad 

Puede que no nos sintamos plenamente capacitados para lo que tenemos que hacer, de forma que la simple idea de empezarlo nos resulta de por sí aterradora. 

Perfeccionismo 

Aunque cueste imaginarlo, la obsesión por tenerlo todo absolutamente controlado puede ser una de las causas principales por las que nunca lleguemos siquiera a dar el primer paso. 

Auto sabotaje 

Una persona que aspira a encontrar un mejor trabajo podría aplazar eternamente la búsqueda de entrevistas por no sentirse merecedora de un cambio a mejor en su vida.

La procrastinación tiene muchas más causas posibles: falta de motivación, pereza, falta de energía, priorización de disfrutar del momento, una baja capacidad de organización… vamos que, visto así, parece un milagro que consigamos hacer las cosas a tiempo.

CÓMO DEJAR DE PROCRASTINAR: GUÍA BÁSICA DE SUPERVIVENCIA

Cabe destacar antes de seguir que todas las personas que procrastinan no son necesariamente procrastinadoras. En mayor o menor medida, todos dejamos alguna tarea para el último momento. Pero en el caso de los procrastinadores -según el profesor en psicología Joseph Ferrari, más del 20% de la población-, el acto de posponer las cosas es la regla general.

En cualquier caso, conocer las causas por las que las personas procrastinamos es el primer paso para poner el remedio adecuado. Y entre las acciones que podemos contemplar, podemos considerar:

  • Aprender a marcarnos metas y objetivos.
  • Identificar las causas por las que estamos procrastinando.
  • Crear un plan de acción que incluya aquellas pautas que nos permitirán combatir la necesidad de procrastinar.
  • Poner dicho plan en práctica

Ahora bien, ¿cuáles son esas pautas? Por ejemplo, nuestro plan de acción puede basarse en una o varias de las siguientes acciones:

  • Priorizar las tareas en función de su importancia.
  • Dividir las tareas en partes más pequeñas para gestionarlas mejor.
  • Eliminar las distracciones de nuestro entorno.
  • Elegir los momentos en que somos más productivos.
  • Crear objetivos diarios con los que podamos comprometernos.
  • Visualizarnos disfrutando del trabajo realizado.
  • O recompensarnos cuando cumplamos con el trabajo.

¿EXISTEN TRATAMIENTOS PARA NO PROCRASTINAR?

Cuando la procrastinación se convierte en un verdadero problema, recurrir a un especialista en busca de un tratamiento puede ser una estrategia igual de válida para buscar la raíz del problema y ponerle solución.

Una de las terapias utilizadas con frecuencia para el tratamiento de la procrastinación es la denominada terapia de conducta cognitiva, cuyos esfuerzos se centran en enseñar a los afectados las herramientas necesarias para poder controlar su procrastinación.

¿Son efectivos estos tratamientos para dejar de procrastinar? Si bien los estudios realizados hasta la fecha así lo sugieren, también manifiestan la importancia de la edad, la educación y otras variables a la hora de valorar su efectividad.

En resumen, si bien procrastinar es de lo más frecuente, las formas de ponerle remedio son asequibles y las puede poner en práctica cualquier persona. Y con esto vamos finalizando el artículo de hoy, no vaya a ser que te estemos distrayendo de las cosas que tienes que hacer.