Cada día que los niños y adolescentes acuden a sus centros de estudios supone una nueva oportunidad de aprender habilidades y lecciones valiosas para su futuro, tanto por parte de los educadores como a través de interacciones con sus compañeros. Y aunque la escuela es indiscutiblemente beneficiosa para el desarrollo en las etapas previas a la vida adulta, lo cierto es que se siguen dando situaciones que, como el bullying (o acoso escolar), pueden afectar negativamente en los más jóvenes con sus consecuencias.

El bullying no es algo nuevo. Pero ¿en qué consiste exactamente? Se trata de una situación que tiene lugar cuando ciertos niños encuentran una salida a sus frustraciones intimidando a otros niños a los que ven en un especial estado de vulnerabilidad o indefensión, aunque sin limitarse a estos casos. Por ejemplo, aquellos niños o niñas cuyas habilidades destacan por algo en particular (por ejemplo, por sacar buenas notas o por ser buenos deportistas) también pueden ser el foco del acoso.

Y si bien en el pasado se trataba de acciones más fáciles de controlar -debido a darse cara a cara-, la evolución de las nuevas tecnologías ha convertido el bullying en un comportamiento mucho más difícil de identificar. Se abre con ello una nueva forma de acoso juvenil, el cyberbulling, y trae consigo unas consecuencias potencialmente devastadoras, como el desarrollo de patrones violentos en la vida adulta.

BULLYING Y CYBERBULLYNG: PARECIDOS, PERO NO IGUALES

Pensemos por un momento en la libertad de comunicación que nos facilitan los smartphones, las redes sociales, las salas de chat y otras tecnologías que permiten la interacción en la distancia entre personas. Si bien el bullying y el cyberbullying son similares en su trasfondo, las diferencias que marcan las tecnologías entre ambos van más allá de simples matices. 

A diferencia del acoso tradicional o bullying, el ciberacoso o cyberbullying permite a la persona que lo realiza ocultar su identidad detrás de un ordenador o teléfono móvil. Y es precisamente este anonimato lo que hace más fácil para esa persona hacer el daño sin siquiera tener que estar presente. Para los educadores, el control se convierte en una tarea imposible. 

Por ejemplo, en el amplio desarrollo y aceptación de las Redes Sociales como forma de comunicación podemos comprobar cómo un canal de interacción entre personas se convierte, eventualmente, en el soporte perfecto para ejercer el ciberbullying entre los adolescentes. La publicación de información personal en estas plataformas (Facebook, Twitter, Tik Tok, etc.) implica una vulnerabilidad que pone a muchos adolescentes bien en la posición de víctimas, o, al contrario, en una posición de acosadores.

Tengamos el siguiente dato en cuenta: los niños y adolescentes se guían por una curiosidad innata, que generalmente va acompañada de una mayor destreza que los adultos cuando toca relacionarse con las nuevas tecnologías. A todos nos ha sorprendido en algún momento su impresionante capacidad de manejar dispositivos y teléfonos con la mayor soltura del mundo, ¿no es así?

Por otra parte, la mayoría de estos niños no tienen la edad suficiente siquiera para comprender los riesgos de exponerse en Internet, así como las consecuencias de su propio comportamiento. Lamentablemente, los requisitos de edad para unirse a plataformas como Facebook o Twitter no son ninguna barrera para un joven guiado por la curiosidad.

CONSECUENCIAS DEL BULLYING Y DEL CYBERBULLYNG

Muchos estudios realizados hasta la fecha sobre las consecuencias del bullying y por extensión, del cyberbullying, han puesto de manifiesto cómo los efectos negativos no se limitan a los días o semanas después de los ataques, sino que pueden arrastrar consigo un impacto altamente negativo en los años posteriores, ya en la vida adulta.

¿Cuáles son entonces esas consecuencias de ambos comportamientos, de forma que podamos permanecer alerta para detectarlas si se pueden estar dando en el entorno de nuestros hijos?

MAYORES NIVELES DE ESTRÉS 

Hay estudios que muestran que el 32% de los niños que han sido víctimas del ciberacoso o cyberbullying afirman haber experimentado al menos un síntoma de estrés. El sentimiento de angustia, vergüenza o el hecho de culparse a sí mismos por el acoso son los ingredientes perfectos para aumentar los niveles de estrés en un adolescente.

SENTIMIENTO DE SOLEDAD

Precisamente en una etapa en la que las amistades son un pilar fundamental para los jóvenes, el cyberbulling empuja en muchas ocasiones a quienes lo padecen hacia la exclusión y el aislamiento. 

Estemos más o menos de acuerdo, los ordenadores y teléfonos móviles son uno de los medios de contacto más habituales entre los más jóvenes. Si deben abandonar estos medios de interacción debido a un acoso recurrente, es lógico que sobrevenga una sensación de quedar al margen del mundo.

BAJA AUTOESTIMA

El cyberbulling suele atacar a las víctimas allí donde son más vulnerables. Como resultado, a menudo estas comienzan a dudar de sí mismas, poniendo en riesgo su autoestima. Sienten que no son suficientemente buenas o que no merecen el respeto que merecen todos los demás.

Dado que los jóvenes necesitan sentirse parte de diferentes grupos -los compañeros de clase, el equipo de baloncesto, etc.-, el cyberbulling puede desencadenar fácilmente problemas de inadaptación, reducción del bienestar y, en última instancia, de unos bajos niveles de autoestima.

Las tecnologías traen consigo grandes avances que contribuyen positivamente al progreso, pero debemos ser capaces de ponerles los límites necesarios para evitar conductas que pongan en riesgo el futuro de los más jóvenes.