Más de una vez, y más de dos, nos hemos podido encontrar en la difícil tesitura de ayudar a uno de nuestros hijos a gestionar un fracaso inesperado. O un triunfo. Ni una cosa ni la otra es algo que llevemos incorporado en el ADN: sobrellevar las decepciones y no dejarse llevar en exceso por los éxitos es una tarea en la que los padres tienen mucho que aportar. Pero no, no es sencillo. Aquí van algunos consejos que pueden servirnos en estas situaciones.

Siete consejos para ayudarles a gestionar el fracaso…

  1. El primero y quizá el más obvio, dar ejemplo. Si nuestra tolerancia a la frustración es escasa, van a aprender de nosotros a reaccionar igual. Pero si algo no sale como esperábamos y no solo no nos enfadamos, sino que lo incorporamos como una nueva experiencia, nuestros hijos lo naturalizarán e irán incorporándolo a su propia percepción vital.
  2. No ceder a la primera. La típica rabieta en un pasillo del supermercado porque no se le compra algo que quiere es un ejemplo de mala gestión del fracaso. Si reaccionamos dándoselo, ¿qué habrá aprendido? Que la próxima vez solo tendrá que gritar y patalear hasta conseguirlo.
  3. Aprender de cuando no se gana. Otro caso: una competición deportiva en la que había depositado sus expectativas y no ha salido como esperaba. Hablarle de la experiencia, de lo que se lleva (recordarle lo que se ha esforzado, valorar la práctica de su deporte favorito, etcétera), en lugar de poner el foco en lo único malo (no haber ganado), dulcificará el momento.
  4. Ayudarle a conocer sus propias limitaciones. Que vaya sabiendo que no es todopoderoso, que a veces no se gana y que no por eso es peor, es un excelente aprendizaje de vida.
  5. Ponderar sus muchas virtudes. La mejor manera de que no concentre su energía en el fracaso es fomentar su autoestima y recordarle todas las cosas que hace bien. Por ejemplo: «Vale, no has ganado el concurso de dibujo de clase, pero ¿te acuerdas de aquel perrito precioso que dibujaste? Pues lo tengo colgado en mi despacho».
  6. Estableced juntos metas realistas. Puede que hoy no tenga herramientas para ser el mejor en una disciplina o que tenga dificultades añadidas con respecto a sus compañeros, pero sí las posee para superarse a sí mismo, que es lo más importante.
  7. Enséñale a ser perseverante. Si quiere destacar en algo (y lo desea por él o ella mismo/a, no porque nadie le fuerce a sentirlo), sentaos con él y estableced pautas para la práctica de la disciplina en cuestión. El triunfo llega con trabajo el 99% de las veces.

… y tres para ayudarles a gestionar el éxito

  1. Ante todo, darle a un triunfo la dimensión que merece. No es mejor que nadie por ganar y, aunque no se lo debemos expresar así, está bien que reconozca el esfuerzo de sus compañeros no ganadores.
  2. Recordarle que el esfuerzo es una gran parte de ese triunfo, que no es fruto del azar.
  3. Apoyarle cuando llegue una decepción y explicarle que supo ganar y que, por tanto, tiene herramientas para volver a hacerlo, pero que no se obsesione con ello.

Pero, ante todo, estad junto a él en todo momento. Que sienta vuestro apoyo, que se sepa valorado y querido en los buenos momentos y en los malos, es el mejor estímulo que puede recibir.